¿Cómo promover la Inteligencia Emocional en los niños?
Aprender a identificar, expresar y gestionar las emociones resulta fundamental para que los niños puedan disfrutar de una óptima y saludable Inteligencia Emocional
La Inteligencia Emocional es la capacidad que tenemos de identificar, entender y regular nuestras emociones, que nos ayuda a ser más felices y a establecer relaciones más saludables con las demás personas. Dicho esto, es de gran importancia cultivarla desde que somos muy pequeños y, en Amenara, te ayudamos a hacerlo mediante las siguientes estrategias:
- Identificar: es conveniente ayudar al niño en la identificación de las diferentes emociones básicas: alegría, asco, enfado, miedo, sorpresa y tristeza. Para ello, previamente, debemos asegurarnos de que comprende el significado de cada una de ellas y, luego, podemos trabajarlas preguntándole, por ejemplo, qué tal ha ido el día y extrayendo de su respuesta diferentes escenarios. Esto es: si el niño nos dice que le han roto el juguete que había llevado al colegio, podemos alentarle a decir qué sintió en ese momento.
- Expresar tus emociones: nosotros como padres actuamos como modelos de nuestros hijos tanto directa como indirectamente. Es por ello que, si nuestro objetivo es que aprendan a transmitir lo que les ocurre y lo que sienten, es importante que les demos ese ejemplo, contándoles cómo nos sentimos ante determinadas situaciones. Por ejemplo, “hoy estoy un poco triste porque han despedido a una gran compañera en el trabajo” o, bien, “me enfado mucho cuando no recogen la mesa”.
- Regular: es posible que, en algún momento, los niños tengan una rabieta y, en consecuencia, tiendan a gritar o, incluso, a golpear a personas o cosas. Por ello, debemos ayudarles a canalizar esa emoción y a buscar una alternativa a ese tipo de conductas. Por ejemplo, podemos acondicionar con nuestro hijo un lugar en casa al que pueda recurrir cuando esté enfadado con el objetivo de relajarse. Cabe señalar que en él no deben faltar elementos que inviten a la tranquilidad como libros, música, plastilina o pinturas. De este modo, ante una rabieta, el niño acudirá a su rinconcito y, tras haberse relajado, podremos hablar con él sobre lo ocurrido.
- Normalizar: debemos enseñarle que no está mal sentir una determinada emoción en un momento dado, es decir, que no pasa nada por estar triste, enfadado ni contento, dado que, simplemente, es el resultado de lo que un determinado evento nos hace sentir.
- Trabajar la empatía: no se trata únicamente de conocernos y saber cómo nos sentimos sino de tener en cuenta cómo lo que hacemos o decimos puede repercutir en las emociones de las demás personas. Por ello, si por ejemplo, nuestro hijo ha empujado a un niño, deberemos ayudarle a reflexionar sobre cómo se habrá sentido ese niño y porqué. Cabe señalar que la empatía, también, la podemos trabajar por medio de cuentos: ¿cómo se puede sentir este personaje? ¿por qué has llegado a esa conclusión? De este modo, no sólo fomentamos el desarrollo de la empatía de nuestro hijo sino también la lectura.