¿Es bueno ser muy autocrítico?

¿Es bueno ser muy autocrítico?

La autocrítica nos ayuda a ser conscientes de nuestros propios errores o aspectos mejorables. No obstante, puede llegar a ser patológica si nunca estamos conformes con lo que hacemos y nos limitamos a juzgarnos y culpabilizarnos

La autocrítica la podemos definir como la valoración que hacemos sobre cada cosa que decimos o hacemos, que nos ayuda a ser conscientes de nuestros propios errores o de aquellos aspectos que podríamos mejorar. Con ella, tenemos la posibilidad de conocer nuestros puntos débiles y actuar en consecuencia, fomentando así nuestro crecimiento personal. Sin embargo, la autocrítica no siempre es positiva y es, entonces, cuando hablamos de su carácter desadaptativo

La autocrítica desadaptativa surge cuando las personas, continuamente, juzgan cada cosa que hacen, sintiendo que nada es lo suficientemente bueno. Esto, como es de esperar, conlleva una valoración negativa, dando lugar a sentimientos recurrentes de culpabilidad. Por tanto, no se trata de una crítica, que tenga por objetivo mejorar sino de un reproche constante y destructivo hacia el propio individuo.

Basándonos en lo dicho, podemos indicar que estas personas se caracterizan por:

  • Focalizar la atención en lo negativo: es común, que no tengan en cuenta el esfuerzo ni los buenos resultados de cada cosa que hacen. Es más, suelen hacer generalizaciones y aferrarse a aquello que no les ha gustado por mínimo que nos pueda parecer, obteniendo como resultado una disconformidad con lo realizado.
  • Ser perfeccionistas: originando unas expectativas muy altas e, incluso, irrealistas sobre lo que estaría bien o mal y generando elevados niveles de estrés y ansiedad, que acabarían repercutiendo en su rendimiento. Se trata, por tanto, de personas que tienen dificultades para comprender que el mero hecho de no hacer las cosas perfectas, no implica que no estén bien ni que no sean igual de válidas.
Psicólogo para desarrollo personal en Paracuellos de Jarama y Miramadrid
  • Tener baja autoestima: generalmente, son personas que tienen baja confianza en sí mismas, es decir, poca seguridad en su capacidad de hacer frente a cualquier situación por sí solas lo cual se relaciona inversamente con la autoestima y el sentimiento de valía.
  • Tener un modelo en el entorno: muchas veces, sin darnos cuenta, imitamos y/o adquirimos la manera de actuar de las personas más próximas, ya sea en relación a cosas banales como doblar la ropa; o, bien, respecto a otras cuestiones como podría ser el caso de la gestión y afrontamiento de emociones y situaciones. Esto es: si en nuestro entorno contamos con una persona que tiende a actuar de manera excesivamente crítica, es posible que nosotros tengamos cierta tendencia a actuar de la misma manera.

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Los 4 estilos educativos parentales

Los 4 estilos educativos parentales

A diario, los padres deben tomar decisiones y actuar frente a las diferentes situaciones que se puedan presentar con sus hijos. Con ellas, se crean modelos que regulan el comportamiento y se les establece límites. Hablamos, por tanto, de los estilos educativos. Dicho esto, cabe señalar que, a pesar de existir distintas maneras de educar, la más adecuada es la democrática.

Cómo educar a los niños

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¿Por qué son tan importantes nuestros pensamientos?

¿Por qué son tan importantes nuestros pensamientos?

Los pensamientos y expectativas, que tenemos sobre nosotros mismos, determinan nuestra manera de actuar e interfieren directamente tanto en nuestro autoconcepto como en nuestra autoestima

Con frecuencia, desde que somos muy pequeños, nos vemos envueltos en comentarios y expectativas de la mano de las personas de nuestro entorno sobre cómo seremos o qué haremos. Todos ellos relativos a gustos, forma de ser e, incluso, a nuestra carrera profesional.

A medida que vamos creciendo, esas creencias se fusionan con las propias y, en consecuencia, condicionan cada conducta o actitud a lo largo de nuestra vida, orientándonos a seleccionar y/o aceptar aquellas ideas acordes a lo que pensamos o se espera de nosotros. Dicho esto, podemos diferenciar entre dos conceptos que, aunque se relacionan entre sí, difieren en algunos aspectos:

  • Efecto Pigmalión: hace referencia a los pensamientos que podemos tener acerca de otra persona que, sin darnos cuenta, promueven que actúe como se espera de ella o, bien, asuma la creencia que se tiene sobre ella. Por ejemplo, si una madre considera torpe a su hijo y, constantemente, se lo hace saber directa o indirectamente, el niño terminará asumiendo esa condición y, por tanto, es de esperar que, entre otras cosas, deje de esmerarse en los estudios, argumentando que no tiene sentido esforzarse si es torpe. Por el contrario, si una madre piensa que su hijo es muy avispado, ese pensamiento se verá reflejado positivamente en la actitud del niño, ya que es posible que éste se encuentre más motivado al estudio al considerar que puede con ello sin dificultad.
Modificación de pensamiento en Paracuellos de Jarama y Miramadrid
  • Profecía autocumplida: alude a los pensamientos que tenemos sobre nosotros mismos, que de manera similar al caso anterior, condicionan lo que hacemos y acaban confirmando nuestras creencias. Siguiendo con el ejemplo anterior, si un niño piensa que es torpe, hace un examen y suspende, una vez más, corroborará y reforzará su creencia. En contraposición, si un niño confía en que podrá desenvolverse sin dificultad en un examen, es más probable que obtenga una buena calificación.

Partiendo de lo expuesto con anterioridad, resulta fundamental tomar conciencia de la implicación que pueden tener los pensamientos y expectativas tanto en la propia conducta como en la de las personas que nos rodean. Del mismo modo, es necesario señalar la repercusión que tienen en el autoconcepto y autoestima, especialmente, en el caso de los niños y adolescentes, que resultan ser más permeables.

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¿Qué puedo hacer para que mi hijo obedezca?

¿Qué puedo hacer para que mi hijo obedezca?

Consensuar entre los padres la educación de los hijos, juzgar exclusivamente las actitudes y establecer límites y normas firmes son algunas de las recomendaciones para mejorar el comportamiento de los niños

Cada vez es más frecuente el término “niños tiranos” a la hora de referirnos a niños con problemas actitudinales. Se trata de niños que hacen y deshacen a su antojo aunque ello suponga desobedecer a sus padres. Para concretarlo detalladamente, explicaremos las características principales que los identifican:

  • Baja autoestima: son niños inseguros, que recubren su propia desconfianza con malas conductas.
  • Baja tolerancia a la frustración: tienen grandes dificultades para asimilar que no todo puede ser como ellos quieren. Por ello, ante una negativa, su reacción más frecuente es enfadarse, independientemente, de que estén o no en público.
  • Egocentrismo: consideran que el mundo gira entorno a ellos y que todo tiene que ser como ellos esperan que sea.
  • Escasa capacidad para resolver problemas: suelen contar con alguien que les soluciona todas aquellas dificultades que puedan tener por lo que, en general, no disponen de estrategias para desenvolverse correctamente en su día a día.
  • Nula empatía: no les importa hacer daño físico ni psicológico a los demás con sus comportamientos, si con ello consiguen lo que quieren.
  • Justificar sus conductas: raramente, reconocerán que son los responsables de lo que hacen. Es más, siempre procuran justificar sus acciones e, incluso, culpabilizan al resto.
  • Poner en duda los castigos de los padres: acusándolos de injustos y malos padres. Ello genera que sus progenitores se cuestionen los castigos elegidos con lo que, al final, tienden a ceder y, en consecuencia, una vez más los niños consiguen lo que desean.

Pero, ¿qué podemos hacer para cambiar esta situación y lograr una convivencia armónica entre los diferentes miembros de la familia?

  • Acordar entre los padres cómo será la educación del niño: este apartado resulta fundamental. Los padres tienen que llegar a un consenso sobre la educación de sus hijos y sobre cómo abordar las diferentes situaciones que se puedan presentar. De no ser así, los niños aprovecharán ese desajuste para conseguir lo que desean o lo que más les convenga.
  • Comunicar de manera asertiva: usando un tono de voz adecuado y promoviendo en los niños el turno de palabra. Con ello, dejamos de lado los gritos, insultos y reproches.
Problemas de conducta en Paracuellos de Jarama y Miramadrid
  • Establecer límites y normas firmes: evitando, en todo momento, modificarlos. Esto es, si decimos que algo determinado tiene una consecuencia, deberá tenerla. No podemos dejarlo en saco roto. Por ejemplo, si le hemos dicho que recoja sus juguetes y le amenazamos con que, si no lo hace, no podrá jugar con su preferido unos días, tenemos que mantenernos firmes y cumplirlo. Si no, ante esa situación, el niño sabrá perfectamente que, aunque haya una amenaza, nunca se cumple y, una vez más, terminará haciendo lo que quiere: no recoger los juguetes.
  • Fomentar la empatía: hacerles reflexionar sobre cómo pueden sentirse los demás ante determinadas situaciones y, en concreto, en relación a sus malas actitudes.
  • Juzgar únicamente su conducta: debemos reprochar sus actitudes, no a ellos globalmente como si se tratara de una característica estable de su persona. Es decir, si hace algo mal, debemos expresarle nuestro descontento con esa actitud, evitando hacer acusaciones sobre ellos. Por ejemplo, en vez de decirle “eres un malcriado”, podemos decirle “lo que hiciste no está bien”.
  • Promover el valor del esfuerzo: haciéndole comprender que si quiere algo, tiene que trabajar para poder conseguirlo.
  • Reforzar lo que hace bien: con ello les mostramos nuestra aprobación y orgullo, aumentando así su nivel de autoestima y reforzando esas conductas y actitudes positivas, que queremos promover.

Por último, indicar que es posible que no haya resultados inmediatos, si tenemos en cuenta que este modo de actuación está interiorizado por el niño. No obstante, no debemos tirar lo toalla. Tenemos que ser constantes y mantener nuestra postura para que el niño asuma, que las condiciones han cambiado. Además, si lo estimamos oportuno, podemos recurrir a un profesional que nos oriente sobre todo lo que podemos hacer para modificar adecuadamente estos problemas comportamentales.

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¿Ya sabes qué ofrecemos en nuestra academia?

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En esta infografía, les explicamos detenidamente cuáles son las principales líneas de trabajo de nuestra academia de Paracuellos de Jarama y Miramadrid.

Clases particulares en Paracuellos de Jarama y Miramadrid

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¿Son apropiados los contenidos televisivos para los adolescentes?

¿Son apropiados los contenidos televisivos para los adolescentes?

La televisión es un agente socializador, que actúa como modelo para los jóvenes, promoviendo creencias, valores y normas sociales mediante personajes e historias ficticias

A pesar de los diversos medios de comunicación con los que contamos en la actualidad, la televisión sigue siendo el preferido a la hora de entretenernos y, en concreto, las series y las películas en el caso de los adolescentes. Además, supone un fuerte agente de socialización para éstos, ya que influye en la trasmisión de un estilo de vida, así como en la adquisición de normas sociales, creencias y valores. Todo ello mediante personajes e historias ficticios que actúan como modelos a seguir.

Por ello, resulta importante supervisar y/o conocer los contenidos de las películas, programas o series preferidas de nuestros hijos con la finalidad de valorar si, verdaderamente, son o no aptos para ellos. Dicho esto, podríamos pensar: ¿acaso la programación no tiene una clasificación en función de las edades? Es aquí cuando nos hacemos conscientes de que, en la mayor parte de los casos, la programación se encuentra polarizada: o los contenidos son infantiles o, bien, se dirigen mayormente a un público adulto, hecho que suele ocurrir en horario de máxima audiencia, donde el objetivo es abarcar el mayor número de espectadores.

Partiendo de lo expuesto con anterioridad, veremos algunos mensajes que se transmiten habitualmente en este medio de comunicación (López et al., 2011):

  • Competitividad
  • Consumo: “tener es poder”
  • Culto al cuerpo y a la belleza
  • Falta de compromiso y de respeto intergeneracional
  • Individualismo
  • Infravaloración del intelecto
  • Inmadurez en los adultos y excesiva madurez en los niños
  • Ley del mínimo esfuerzo: “conseguir todo, sin hacer nada”
  • Sexismo
  • Violencia como recurso
Psicólogo para adolescentes en Paracuellos de Jarama y Miramadrid

Sin embargo, aunque en nuestro país no es algo recurrente, la televisión puede utilizarse con el objetivo de promover valores positivos y prevenir conductas de riesgo, añadiendo contenidos educativos a elementos televisivos. De esta manera, se logra acceder con cierta facilidad a los más jóvenes puesto que los mensajes no son tan obvios como podrían serlo los transmitidos por diferentes campañas de salud pública sobre el alcohol o el consumo de sustancias, por ejemplo (Brown y Walsh-Childers, 2002).

Referencias bibliográficas:

  • Brown, J.D. y Walsh-Childers, K. (2002). “Effects of Media on Personal and Public Health” en Media Effects: Advanced in Theory and Research. 2nd ed. New Jersey: LEA: 453-488.
  • López, N. et al. (2011). Preferencia juvenil en nuevos formatos de televisión: Tendencias de consumo en jóvenes de 14 a 25 años. Madrid: Observatorio del Ocio y Entretenimiento Digital

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